Con los días que corren todo es aún más amargo, más triste, más duro. También el acto de recordar a los que ya no están.
En tiempos de Covid, el echar la vista atrás se convierte casi en un «mea culpa» porque todo lo que hacemos tiene su reflejo en la eternidad.
Todas las conversaciones, sonrisas, carajadas, alegrías, comentarios… se vuelven silencio al cruzar esa maldita puerta que nos enseñan en qué queda todo.
Va por ellos.